El desarrollo sostenible, la conservación del patrimonio y la práctica corriente de la construcción han divergido en sus métodos. Para solucionar esta disparidad, antes mismo que cambiar estructuras productivas, hay que educar a los arquitectos para mirar de modo integrado a estos tres aspectos. Para eso hace falta una nueva enseñanza universitaria de arquitectura, que privilegie los materiales naturales y locales, así como una mirada artesana hacia la construcción. Con eso se podrá superar la actual parcialidad de los arquitectos y de la industria por materiales de alto impacto ambiental en beneficio de prácticas ancladas en sus regiones. Planteo un programa de estudios capaz de realizar este propósito mediante el aprendizaje de las tradiciones vernáculas, con su enfoque holístico del desempeño ambiental y del respeto a las preexistencias.